La Nueva España
Sabado 7 de enero 2012
Al cantante Pipo Prendes casi le dio «un patatús» de emoción cuando nacieron sus hijas Natalia y Claudia. Lo tiene claro: no es colega ni amigo de ellas porque quiere ser mucho más: su padre. De ahí que a veces se ponga «hecho un basilisco por detalles nimios pero que quiero que cuiden siempre». Siendo muy niña, Claudia dijo: «A partir de ahora mi nombre es Clo», y Clo se quedó. Natalia comparte con su padre algo muy intenso: ponerse en la piel de los demás.
TINO PERTIERRA CARA A
El cantante Pipo Prendes pensó que «me iba a dar un patatús de la emoción» cuando nació Natalia, su hija mayor, un 26 de junio de hace 16 años. Fue en Madrid, y tiene «tatuados en el cerebro sus primeros sonidos, escuchar la voz de mi hija por primera vez es uno de los recuerdos más entrañables y potentes que tengo. Con Claudia, que nació 16 meses más tarde, también en Madrid, me ocurrió algo similar; yo estaba deseando escuchar sus primeros sonidos e igualmente quedé impregnado de ellos».
Se le cae la baba: «Siempre fueron dos encantos de niñas, la verdad, niñas buenas que se entretenían con cualquier cosa, cariñosas con todos los niños, comían fantásticamente bien y dormían como benditas; hombre, en los primeros meses, aquello de comer cada tres horas, horario nocturno y madrugón al canto al día siguiente, ¿qué quieres que te diga?, pero bien...».
Recuerda, de puntillas porque duele hacerlo, a Natalia en la Residencia de Oviedo «con una especie de agujas para hacerle unas pruebas que descartasen ningún tema grave por unas fiebres altísimas que tenía la pobre; al final quedó en nada, pero lo pasé fatal, me apetecía arrancarle aquellos artilugios y tirarlos por la ventana; ella era muy buena y apenas se quejaba. Claudia se me despistó un día en un macrocentro de ocio en Majadahonda con 5 o 6 años y pasé los cinco peores minutos de mi vida, me entra una ansiedad de caballo sólo con recordarlos; otra vez se pegó un porrazo de aquí te espero con 4 o 5 años en la barbilla, sangraba muchísimo, todos estábamos atacados de nerviosismo y ella tan tranquila, diciéndonos que no nos preocupáramos, que aquello no era nada, dolía, sí, pero pasaría; en el centro hospitalario de urgencias al que fuimos, en Fuengirola, alucinaban».
Aquellos maravillosos años: Natalia dormía siempre «de pequeñita con una postura muy similar a la mía. Claudia, un buen día, siendo muy niña dijo: "A partir de hoy mi nombre es Clo; le preguntábamos por qué y la respuesta era: "Porque así me llamo"; hoy todo el mundo la llama Clo. Recuerdo que cuando se subían al coche con 5 años se ponían el dedo índice debajo del ojo y repetían la frase de su abuelo que yo les había enseñado y que les encantaba: "Hay que ser cada día más buenas (y riéndose con el dedito cerca del ojo), pero, ojo? cada día más listas"».
Un día, «Clo, con 5 años, me preguntó: Papá, si nos tenemos que morir, ¿por qué nacemos? Me dejó p'allá?». No era para menos.
Un viaje en Fuengirola, «siendo ellas muy niñas, fue muy intenso, fue su primer viaje de vacaciones veraniegas con sus padres, que ya estábamos separados pero con una buena y respetuosa relación, como seguimos teniendo».
Riñen «por chorradas, pero yo soy de los que no quiero que pase el carro delante de los bueyes y aunque me fastidie, de vez en cuando me pongo hecho un basilisco por detalles nimios pero que quiero que cuiden siempre; reconozco que yo no soy de esos padres que son "colegas" y "amigos" de sus hijos, yo soy mucho más, soy su padre, que como digo en su canción "Flores del agua": "Tanto amor tengo pa daros que no me cabe en el pecho." También tienen, y tengo, la suerte de que su madre es una gran madre que ejerce como tal».
Clo es más «espuma de ola cantábrica, ya sabes, cuando rompe, rompe, así tenemos los percebes que tenemos. Natalia también es Cantábrico, puede estar calma y tranquila y de repente volverse en marejada; de todas maneras, el Cantábrico es la mar en mayúsculas, como ellas lo son para mí».
Le encantaba verlas dormir de niñas, y «ahora cualquier "papá, te quiero" que me sueltan sin contar con ello me deja "touché".¡Ay, estas edades del pavo?!».
CARA B
La primera imagen de Claudia con su padre se remonta a un festival en la guardería a la que iba. Natalia no guarda ese momento en su memoria: «¡No me acuerdo!».
Veamos, un juguete memorable. Claudia lo tiene claro: «Un tigre enorme de peluche». El de Natalia era menos «fiero»: «Rosita, un nenuco que me regalaron mis padres cuando tenía 3 años».
Fusión, fricción: Claudia se parece a su padre «como dice él, "en el oído", refiriéndose a que me gusta cantar y todo ese mundillo, y en el carácter, que lo tenemos muy fuerte los dos. Y nos diferenciamos en que normalmente pensamos cosas muy diferentes, como, por ejemplo, la edad de salir hasta una hora temprana y esas cosas».
Turno de Natalia: «Nos parecemos en que los dos nos sabemos poner muy bien en "la piel" de otras personas. Y no nos parecemos en el físico, aunque me parezco más a mi padre que a mi madre».